
Unía las ciudades de Goma y Bukavu en barco por el Lago Kivu, cerca mío había una monjita simpática. Una señora le encomendó su hija de 10 años, porque ella tenía que trabajar, la niña estaba de vacaciones y la mandaba a vivir con una tía por unos meses. Era la primera vez que la niña viajaba sola, y la monjita prometió cuidarla hasta llegar a Bukavu. Rezaron las tres juntas, la mujer dió a su hija un oso de peluche y se fue, el barco zarpó. Los primeros minutos del viaje transcurrieron normalmente, la monjita y la niña jugaban con unos hilos, y cada tanto la religiosa abrazaba a la criatura, estrujándola contra su pecho. Luego del desayuno a bordo del Miss Rafiki II, me quedé dormido. Cuando desperté, la niña había desaparecido, la monja dormía como una chancha, con un escarbadientes en la boca, y abrazada al osito! Se despertó sobresaltada. Le dije con la mirada que a Julie Andrews eso nunca le pasaba. Salí corriendo y busqué a la piba por todo el barco, la encontré bailando como loca en la clase turista.
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